Felicidad

Es curioso como trabaja la mente y concretamente como selecciona, entre el inmenso abanico de nuestros recuerdos, unos por encima de otros.

Hay un cuento que leí hace muchos años y que me transmitió el concepto de la felicidad de una forma que no olvidare, lo relato tal como lo recuerdo.

Dice así:

En un lejano país vivía un Rey que a pesar de poseer grandes tesoros, hermosas concubinas, un poderoso ejercito y el respeto de sus súbditos… no se sentía feliz. Había consultado a sus consejeros, ministros, médicos, hechiceros, chamanes y a todos los que creía que podían darle una respuesta a la pregunta: ¿Qué necesito para ser feliz? Era inútil, nadie conseguía darle una respuesta satisfactoria.

Entonces llego a sus oídos que en lo más recóndito de su reino vivía un anciano extremadamente sabio. Inmediatamente lo mando llamar y una vez en su presencia le pregunto: Sabes decirme como puedo ser feliz?. El anciano le respondió que la respuesta era simple. Majestad, dijo el anciano, para que vos seáis feliz tan solo debéis vestiros con la camisa de un hombre feliz.

El Rey ordeno a sus mensajeros que partiesen en todas direcciones en busca de la camisa de un hombre feliz. Los mensajeros partieron, algunos visitaron a los comerciantes más ricos, otros a los caballeros más admirados, otros a los duques, condes, marqueses pero ninguno de ellos admitió ser realmente feliz. 

Cuando los mensajeros regresaban a palacio, desolados, sin haber conseguido cumplir con el encargo de su Rey escucharon en lo más profundo del bosque a alguien cantando lo feliz que se sentía. Aleluya, por fin podrían cumplir su misión y se dirigieron al encuentro del improvisado trovador que resulto ser un leñador al que le preguntaron si en verdad era feliz, sin lugar a dudas lo soy fue la respuesta que obtuvieron. Entonces le explicaron la situación y le ofrecieron una importante suma de dinero a cambio de una de sus camisas a lo que el leñador sonriendo les respondió: eso no será posible, soy tan pobre que no tengo camisa.